Babes

En el probador con mi tío…
Ahora tengo 18 años, soy moreno, tengo los ojos verdes, y cuerpo atlético, gracias a que llevo toda la vida siendo un chico deportista. Por lo demás, no me quejo del tamaño de mi polla. Es más grande y más gorda que la media de las yo haya podido ver, por ejemplo en los vestuarios del gimnasio al que regularmente voy.

La historia que voy a contar pasó hace dos años.

Todo empezó una tarde del mes de abril.

Mi tío vino a recogerme a casa para ir a comprarnos ropa para la primera comunión de su hijo. Aún no sé cómo convenció a mi madre para que no me acompañara ella, pero el caso es que lo hizo. Mi tío era un hombre de unos 40 años. Su profesión es la de arquitecto, pero parecía un obrero, porque al igual que yo, pasaba muchas horas en el gimnasio. Su pelo era moreno y los ojos del mismo color que yo. Creo que nos parecíamos bastante. Lo cierto es que me llevó al centro comercial de la ciudad y empezamos mirando unas camisas y pantalones. Como yo ya tenía unas cuantas prendas seleccionadas fui a los probadores para ver si me quedaban bien. Mi tío se quedó fuera esperando, pero por el reflejo del espejo, pude ver cómo me miraba por el hueco que las cortinas del probador no tapaban. Cuando salí para que viese cómo me quedaba la ropa él se acercó y se limitó a colocarme los cuellos de la camisa; luego bajó a los pantalones y, con la escusa de colocármelos bien ceñiditos, me sobó el rabo disimuladamente. No es ningún secreto si admito que a mi se me puso un poco dura , y él pareció darse cuenta de ello, porque se le dibujó una sonrisa pícara en su rostro. Aún así, a mi tío no le gustaba como me quedaban esos pantalones, de modo que me buscó otros, como si él ya supiera sobre mis gustos, y me los acercó al probador, llevando consigo otro par de pantalones colgado sobre sus hombros.

-Para mi –dijo señalándolos y entregándome los que me había traído.

Esta vez, cuando empecé a cambiarme, él no esperó fuera. Permaneció a mi lado mirando cómo me cambiaba hasta que de pronto comenzó a desnudarse él también. Yo me sentí un algo cohibido, ya que nunca había visto a mi tío desnudo. Sin ropa pero aún con unos abultados calzoncillos blancos, su cuerpo me reveló que tenía un poco de bello, y se antojó más musculoso de lo que parecía vestido.

– ¿Qué pasa, te incomoda que me cambie aquí contigo? – me preguntó mi tío notando mi incomodidad ante semejante situación.

– ¡No que va! – respondí – Pero ¿por qué no usas otro probador?

– Porque quiero cambiarme contigo –afirmó- aquí en familia. Y ¿sabes? Así no tenemos que salir de aquí y podemos estar mucho más tranquilos sin que ningún empleado nos m*****e – precisó sobándose el paquete.

Por mi parte, mientras me yo cambiaba observé como el paquete de mi tío cada vez se iba haciendo más y más grande, y no sé por qué pero la situación me estaba empezando a excitar. Cuando terminó de probarse la ropa, en vez de volver a ponerse sus pantalones, se quedó sólo con sus slips blancos que ya descaradamente, ceñían bien su sexo . Yo sin saber a dónde mirar me limité a seguir probándome esos pantalones que él me había llevado.

– ¿No te vistes? – le pregunté por fin.

– No, así estoy cómodo. – respondió – Por cierto con los calzoncillos que tienes no vas a marcar nada de paquete en esos pantalones. Deberías comprarte unos como los míos. Mira tienen una movida para que se marque más la polla.

– ¡Qué dices tío! – exclamé, más que pregunté aturdido. ¿Mi tío hablando de marcar paquete? ¿Mi tío pronunciando la palabra polla frente a mi con total naturalidad? ¡Menuda confianza parecía que habíamos ganado el uno al otro durante los últimos cinco minutos dentro del probador!

– Si. Tu mira- sentenció.

Se quito los calzoncillos con total normalidad y me los puso delante de mi cara

– ¿Lo ves? Tienen un sistema para marcar más. ¡Me recuerda a un wonderbrá para machos!

No me podía creer la situación en la que me hallaba. Mi tío totalmente desnudo, en unos probadores de una tienda del centro comercial, con la polla casi erecta. Y yo frente a él con los pantalones que me estaba intentado probar, por debajo de las rodillas. Por muy surrealista que pareciera aquello, no pude evitar fijarme en su polla. El tronco de esa verga era bastante grande y gordo, y tras la rosada cabeza, se le marcaban bien las venas. Salvo unos pocos pelillos en la base, parecía estar rasurado, al igual que aquel par de huevos de color tostado, lisos y sin vello alguno. Mi tío, prácticamente empalmado, notó que le miraba y no desaprovechó el momento.

– ¿Te gusta mi polla sobrinito? – me preguntó mientras se sobaba un poco, agarrándose aquel pedazo de carne con una mano.

Me puse colorado sin saber qué decir. La verdad es que si que me gustaba, tanto, que yo también estaba empezando a ponerme cachondo.

De pronto mi tío comenzó a reirse, rompiendo mi silencio.

-¡Era broma! –exclamó él sin dejar de reir- Pero venga, desnúdate y pruébate mis calzoncillos ya verás que paquete te hacen.

De pronto, quizás para añadir más testosterona a aquella extraña situación entre hombres, me apeteció muchísimo ponerme aquellos calzoncillos que poco momentos atrás él había llevado y acomodar mi vergote y mis cojones en aquella prenda que antes ya habían acomodado los suyos. ¿Cuál sería la sensación? Empecé a desnudarme intentando que no se me notase que estaba un poco caliente pero mi tío no perdía detalle. Me quedé desnudo exceptuando mis bóxers.

– Venga ahora quítatelos y ponte los míos que con ese cuerpazo que tienes te van a quedar de maravilla sobrinito – me dijo mientras él ya no disimulaba su erección, con su tranca apuntando al techo.

Yo permanecí callado. Me quité los calzoncillos y así estuve en pelota picada delante del espejo y de mi tío. Ahora mi rabo había comenzado a unirse al de mi tío en aquellas labores de apuntar al techo. Y por alguna razón ya no me importó.

– ¡Vaya, vaya! –exclamó en medio de una sonrisa- Ya no te voy a poder llamar sobrinito. A partir de ahora te tendré que llamar sobrinote. ¡Menudo rabo tienes! – sentenció acercándose a mí.

– Bueno… no es tan grande como el tuyo, ni tan gordo – respondí poniéndome colorado.

Sonó absurdo, pero os juro que fue lo único que fui capaz de decir.

– Yo a tu edad la tenía más pequeña que tu. –me confesó- Además mi polla está bien dura y a la tuya todavía le queda ¿Cómo de grande se te pone cuando la tienes toda dura? – preguntó.

– Pues no sé, tío. Un poco más grande que ahora – respondí mientras me ponía sus slips. Me pareció que ya era hora de que aquella conversión de hombre a hombre tocase a su fin.

– ¡Qué paquete más bonito te hacen!– dijo mientras se ponía pegado detrás de mi – Ahora vamos a hacer que tu polla se ponga dura para ver como de grande la tienes realmente.

– ¡Qué dices tío! – le respondí apartándome un poco – ¡Eso son mariconadas! ¿Y a ti desde cuando te gustan los hombres? ¿Y la tía qué?

-¡No me dirás a que ti no gustan! –exclamó divertido- ¡Te has empalmao sólo de verme desnudo! Aunque te hagas el sorprendido sé que tu también estas caliente sobrinito

-Pero yo no…

– Además tu tía apenas quiere sexo –continuó él- y a mi nunca me habían atraído los hombres, pero cuando te visto cambiándote de ropa me he puesto muy cachondo. Por alguna razón me pareció que mentía en lo de no atraerle los hombres. En lo de ponerse cachondo, no cabía ninguna duda, a la vista del espectáculo de su sexo erecto.

-¿Alguna vez has estado con un algún hombre? -inquirió mientras me empujaba contra el espejo y acercaba una mano a mi paquete.

– No – respondí, de nuevo cohibido.

– Pues nos estrenaremos juntos – dijo agarrándome el miembro con una mano, mientras que con la otra mano me mantenía pegado al espejo. De pronto comenzó a masturbarme.

– ¡Joder tío para! –exclamé en un hilo de voz- ¡Que no quiero, que esto no está bien!

Yo me quejaba e intentaba escaparme, pero sin mucho esfuerzo porque cada vez me gustaba más lo que mi tío me estaba haciendo. No pude evitar pensar que aquella no era la primera vez que mi tío agarraba un pene que no fuese el suyo.

– ¡Cállate o nos oirán! Y estate quieto de una vez– me ordenó mientras soltaba mi polla – ¡Esto es un secreto entre nosotros, entre tío y sobrino ¿vale? Y sin esperar contestación se agachó y empezó a chuparme la polla.

Yo ya no me resistía, porque el placer que me inundó se llevó todas las ganas de protestar. Mi tío la chupaba muy bien. Me encantaba como lo hacía. Se tragaba mi polla hasta el fondo, casi hasta la base, como si quisiera abarcar mis cojones también. A mi corta edad, pocas veces me habían comido el rabo así. Fue increíble comprobar como su garganta engullía mi palpitante sexo.

– ¡Joder tío que bien la chupas!¡Pareces un profesional! –exclamé entre jadeos.

– ¿Te gusta sobrinito? –inquirió él como un niño travieso- ¡Pues voy a chupártela hasta que me des toda la leche! ¿Qué te parece?

– ¡Me parece una pasada! –acerté a decir- ¡Ufff que bien tío! ¡Qué bien la chupas! –exclamé entre oleadas de placer- ¡Ninguna de las nenas de mi clase me la ha chupado nunca así!

Mi tío siguió chupándome la polla durante un buen rato. Cambiaba de velocidad y era capaz de comérmela entera sin problemas. Mientras se la tragaba él se pajeaba a su vez, y se notaba que le gustaba mi polla. La saboreaba y se la comía como si fuera lo último que iba a comer en su vida. Pero llegó el momento en el que no pude aguantar más aquella tensión.

– ¡Tío, no puedo más, voy a correrme! -anuncié, y él se limitó a acelerar el ritmo de la mamada

-¡Bufff tío, joder! ¡Chupa cabrón!… ¡Me corroo!

Y entre jadeos expulsé mi carga de leche. Mi tío no dejo de mamármela hasta que no terminé de correrme por completo. Incluso siguió chupando un poco más. Cuando yo acabé, él se puso en pie y asiendo mi mano la colocó sobre su polla.

– Ahora que te has corrido haz que tu tío se corra también. ¡Pajéame! – me suplicó, y justo después me besó en la boca. Aún tenía restos de mi semen en sus labios y éso me puso muy caliente.

Por lo pronto sopesé la situación: a mi nunca me habían atraído los de mi sexo, pero mi tío me había hecho la mamada de mi vida, que me había corrido de gusto. Posando la mirada sobre su bajo vientre asumí que mi tío tenía una polla muy gorda, mucho más que la mía, pensé yo; y después de la mamada que él me había hecho, y pese a que a mi no gustaban los hombres, pensé que él se merecía una buena paja, y un poco de alivio. Así que aparté su mano y empecé a pajearle con ganas.

– ¡Umm así sobrino así! –exclamó entre jadeos- ¡Qué bien lo haces! ¡Cómo se nota que estas en edad de pajearte!

– Me alegro de que te guste –me escuché decir. Tío tienes una buena polla.

– ¡Calla y pajéame más rápido que voy a correrme!

Empecé a pajearle deprisa, él empezó a gemir y al cabo de unos segundos se corrió en medio de un grito justo encima de la ropa que nos habíamos estado probando. Fue una buena corrida. Nunca había visto yo soltar tanto semen, ni siquiera en las películas porno.

Y acto seguido y sin decir nada nos vestimos y salimos del probador. No nos llevamos ninguna de las prendas que nos habíamos probado y a toda costa evitamos mirar a los dependientes de la tienda, por si habían escuchado algo.

Al llegar a casa estaba yo tan cachondo por la experiencia que lo primero que hice fue ir a pajearme al baño, y al bajarme los pantalones me di cuenta que los calzoncillos que tenia puestos eran…¡Los de mi tío! Me los quite y los empecé a oler mientras frenéticamente me masturbaba. Olían a polla, a sudor, a mi tío y no pude evitar correrme una vez más.

Fue así como mi tío tomó la costumbre de chuparme la polla cada vez que se le antojaba. Él sigue casado con mi tía y asegura que no ha tenido relaciones con otros hombres. Sólo lo asegura. Pero a mi no me convence.

Yo por mi parte, no he tenido relaciones con ningún otro hombre. Eso es algo que no me apetece, ni me atrae. ¡Que no so gay, coño! Bueno, yo creo que no lo soy y ahora mantengo una relación con una chica de mi edad pero, como ya he dicho antes, cada vez que podemos mi tío y yo nos juntamos y repetimos la jugada.