La visita nocturna del arquitecto
Llevábamos ya varios meses reformando nuestra casa en Villa Urquiza y tanto Víctor como yo, ya estábamos hartos de ver desfilar tantos albañiles durante todo ese tiempo.
El único personaje que no me disgustaba era el arquitecto que dirigía el proyecto. Me sentía atraída por ese hombre. No es que fuera guapo, ni mucho menos, pero tenía algo que me llamaba la atención y me excitaba …
Un día me animé a comentarle a Víctor que me sentía muy caliente con ese hombre y mi adorado maridito me dio su visto bueno para que siguiera adelante y tratara de hacerme coger por él…
Yo estaba segura de que ese hombre también se había fijado en mí, ya que, cada vez que podía, me dirigía algunos piropos y me comía con la mirada. La idea de dejarme coger por él, no me desagradaba en lo más mínimo…
Para calentar un poco más a ese hombre, comencé a colgar mi ropa interior en la azotea; donde el arquitecto y sus albañiles se reunían a la hora del almuerzo. Mis tangas diminutas y casi transparentes seguramente iban a excitarlo especialmente a él, que había instalado su mesa de trabajo en ese lugar.
Una tarde me asomé a escondidas y pude ver que se encontraba solo en la azotea y se encontraba olfateando una de mis tangas que había encontrado sucia dentro del canasto para lavar…
Supe entonces que ese hombre estaba listo para disfrutar de una buena revolcada conmigo. Era cuestión de tiempo y que yo decidiera cuándo…
Un sábado por la tarde, Víctor invitó al arquitecto para discutir algunos puntos que debían ser considerados para que el presupuesto inicial no se fuera por las nubes.
El hombre a último momento anunció que estaba un poco demorado y finalmente llegó después de cenar.
Víctor lo hizo pasar, ya que a mí también me interesaba escuchar la discusión. Estuvimos dialogando por espacio de media hora, cuando mi marido invitó un trago de tequila.
Continuamos conversando sobre temas triviales, acompañadas cada vez con más copas de tequila…
A medida que pasaba la noche la charla se hacía más amena y mi adorado esposo fue el primero en demostrar que ya le estaba haciendo efecto el exceso de alcohol. Al arquitecto no se le notaba tanto y yo apenas había compartido la mitad de sus bebidas.
De repente a Víctor le comenzó a surgir una extraña calentura y empezó a abrazarme y a besarme delante de nuestro invitado.
Yo esperaba que esa noche mi esposo y yo tuviéramos una muy buena sesión de sexo como acostumbrábamos cada sábado. Por eso estaba vestida algo sexy, con una falda corta, una camiseta ajustada y sandalias de taco aguja. Así como estaba, Víctor me cogía totalmente vestida, sin quitarme ni siquiera la tanga…
No llevaba corpiño y entonces mis pezones endurecidos se marcaban a través de la ajustada tela de mi camiseta. Esa noche me sentía por dentro muy sexy.
Con el paso del tiempo y luego de abrir una segunda botella de tequila, mi Víctor pasó a un estado totalmente calamitoso; lo cual me llevó a tomar la decisión de acostarlo y de dar por terminada la reunión…
Se lo comenté al arquitecto, quien me ofreció su ayuda para llevar a mi esposo hasta el dormitorio. Lo cargamos entre los dos y lo llevamos hasta nuestra cama, donde quedó tendido boca abajo.
Con mi preocupación de ese momento, no me había percatado de que mi falda se había subido a mi cintura y entonces el arquitecto sin duda pudo apreciar muy bien el color de mi tanga hundida entre mis cachetes desnudos. Cuando lo noté, rápidamente bajé la falda, pero ya era tarde…
Regresamos al comedor para despedirnos, pero antes le ofrecí un último trago antes de que regresara a su casa. Mientras conversábamos y bebíamos, noté que el tipo no quitaba sus ojos de mi cuerpo. Eso comenzó a excitarme un poco y me sentí húmeda.
Ya en la puerta, nos quedamos mirándonos a los ojos un par de segundos, los suficientes para decidirme a darle un beso en los labios y esperar su reacción.
Más que reacción lo que ocurrió fue una especie de transformación, pues de inmediato me apretó contra su cuerpo y pegó nuevamente sus labios a los míos, entrelazando su lengua con la mía.
Sus manos inquietas comenzaron rápidamente a recorrer mi cuerpo y tocarme por todos lados, mientras nuestras bocas permanecían pegadas en un largo beso muy suave, pero a la vez muy sensual.
Yo respondí a sus caricias con mis gemidos, indicándole que esa noche podríamos concretar algo más que ese largo beso en la puerta.
Desde allí podía escuchar con claridad los ronquidos de Víctor.
Arrastré al arquitecto al sillón del comedor para continuar lo que ya habíamos empezado.
Yo seguía gimiendo mientras abría su camisa y seguía besándolo. Pasé mi mano por sus pantalones y encontré su verga totalmente erecta; mientras él recorría mi espalda con sus gruesas manos.
Para estar más cómodos lo empujé a la habitación de huéspedes, donde había una cama de una plaza, con un colchón muy suave.
Apenas entramos, él me despojó de mi falda con un rápido manotazo y siguió con mi camiseta, para descubrir mis tetas desnudas. Quedé vestida solo con la diminuta tanga y mis tacos altos…
Lo empujé sobre el colchón y le bajé los pantalones mientras lo besaba y lamía todo su cuerpo. Mientras, él me acariciaba las tetas y succionaba mis pezones erectos.
Recorrí su verga endurecida con mis labios y al final me lo metí en mi boca; esa textura tan suave de su pija entre mis labios me produjo una rápida contracción en mi clítoris y estuve a punto de acabar. Pero solamente pude sentir mis flujos deslizándose entre mis muslos. Mi calentura era realmente algo indescriptible.
Seguí chupando y succionando su dura pija, lo que logró que estuviera a punto de acabar en mi boca. Por eso se separó, diciéndome que quería gozar de mi cuerpo mientras pudiera aguantar.
Me hizo abrir las piernas y montó sobre mi cuerpo, abrazándome y besándome por todos los rincones. Podía sentir la punta de su gruesa pija rozando sobre mis humedecidos labios vaginales.
Continuó besando mi cuello y hábilmente me volteó boca abajo para besar mi nuca y descender por mi espalda. Ahora ya podía sentir su verga rozar mis nalgas y de vez en cuando la empujaba contra mi entrada anal. A esa altura, ya no me importaba nada…
Entonces él me giró otra vez boca arriba y comenzó a descender por mi cuerpo usando su habilidosa lengua. Al llegar a mi ombligo, tuve el primer orgasmo, el cual grité a todo pulmón, sin importarme que Víctor pudiera escucharme en medio de su modorra etílica…
El hombre comenzó a lamer los costados de mi tanga, haciendo que quedara empapada con mis propios fluidos. Le pedí que me la metiera, ya no quería esperar más por esa verga…
Levantó mis piernas y deslizó la tanga a un costado. Yo esperaba que me la metiera, pero él pasó su lengua por encima de mis labios vaginales. Ya no pude aguantar más y tuve un segundo orgasmo, mucho más intenso que el anterior.
Cuando dejé de temblar, estiré mis manos y tomé su cabeza, para hundirla sobre mis labios vaginales. Metió su lengua muy adentro de mi concha y siguió chupando mi clítoris.
Me sentí morir de placer y le supliqué que lo hiciera un poco más rápido, para poder llegar a mi tercer orgasmo. Mi clítoris estaba muy hinchado y cada vez que él chupaba yo me retorcía de placer.
De pronto metió la punta de su lengua en mi entrada anal y eso fue lo que originó mi siguiente orgasmo, acompañado de un gemido intenso. Apreté mis muslos aprisionando su cabeza contra mi concha; le jalé de los cabellos, gritando como loca…
Lo hice montar sobre mi cuerpo y abrí mis piernas para que me penetrara. Comenzó a deslizar su verga por encima de mi vagina rozándola suavemente. Mi desesperación por sentirlo adentro era tanta, que entonces lo empujé y me monté sobre él, dejando que esa pija dura se metiera completamente dentro de mi concha…
Sentí un gran alivio al tener esa verga cogiéndome y entonces comencé a cabalgar un rato mientras sus manos amasaban mis tetas, logrando que mis pezones dolieran, casi al punto de explotar.
En un momento uno de sus dedos se abrió paso en mi estrecha entrada anal y eso provocó el clímax total; ya que pude sentir cómo los dos terminaríamos al mismo tiempo nuestros orgasmos.
Nos quedamos tendidos un rato sobre la cama; habíamos estado casi dos horas teniendo sexo con mucha intensidad.
Era pasada la medianoche y ese hombre debía regresar a su casa, con su esposa… Nos levantamos y vestimos. Luego él volvió a acariciarme, sin muchas ganas de irse.
Lo acompañé a la puerta y la despedida fue un simple beso en la mejilla, señal más que suficiente para que él comprendiera que eso significaba que lo nuestro no había acabado ahí.
Al quedar sola me dediqué a un relajante baño de inmersión, para después ir a acostarme junto a mi adorado esposo. Al entrar a la habitación, me encontré con la sorpresa de ver a Víctor con su verga bien parada y sus cinco sentidos a pleno…
Enseguida comprendí que había fingido su modorra y ese estado calamitoso, para dejarme a solas con el arquitecto.
Me confesó que se había hecho tres pajas mientras me espiaba y me veía acabar cuatro veces en manos de ese hombre. Pensó esperarme, pero luego decidió que yo estaría agotada y dolorida como para continuar un poco más cogiendo con él…
Entonces me puse en cuatro sobre la cama, separé mis nalgas con mis manos y le dije que el arquitecto solamente se había dedicado a darme placer por la concha…
Víctor sonrió complacido y entonces sentí su gruesa pija buscando la entrada a mi estrecha abertura trasera…